Ayer nomás (pensaba yo sí algún día) les contaba que tuve que apelar a un ejercicio de memoria para rastrear la primera canción que me partió la cabeza. Esa búsqueda arrojó por resultado un tema de The Beatles, She loves you. En el mismo plan revisionista, el primer recital, otro de los hitos importantes y fundacionales de mi historia musical, tiene una resolución mucho más sencilla.
Domingo 16 de junio de 1991, Soda Stereo en el Gran Rex, uno de los catorce shows que el trío (acompañado en aquellas ocasiones por Andrea Alvarez en percusión, Twetty Gonzalez y Daniel Melero en teclados) dio en el histórico teatro de la avenida Corrientes. Un recuerdo excitante. Embriagador.
Pocas cosas dejan mayor huella en la cabeza de un joven amante de la
música que el primer recital. La oscuridad previa y las luces de
colores. El fervor creciente del público. La distorsión de la guitarra
corrompiendo los sentidos y el golpe pleno de la batería para sacudir el
cuerpo. Una mezcla que genera una adrenalina incomparable. Es una
experiencia que formatea, que predispone a más.
Soda, mi banda favorita de todos los tiempos, a mitad de camino entre el pasado inmediato y el futuro cercano. Cerati, Bosio y Alberti en el punto más alto de popularidad de la criatura (cerraron ese 1991 con un show para 250.000 personas en la avenida 9 de julio) viajando de la energía valvular y setentosa de Canción Animal, el pasado inmediato, hacia el cambio, Madchester, Loveless y ese futuro incierto que fue Dynamo.
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