Por Manuel Soifer
Mucho se venía diciendo sobre el debut de Lollapalooza, que con la
edición de Buenos Aires sumaba su tercera sede latinoamericana, además
de Santiago de Chile y San Pablo. Dudas sobre los accesos, miedos
respecto a la calidad del sonido y la distribución de los escenarios,
temores sobre posibles cruces de bandas en la grilla y un sinfin de
críticas en su mayoría basadas en comparaciones con Chile, país que va
por su cuarta edición y que fue el primero de los elegidos en
Latinoamérica por Perry Farrel, ex vocalista de Jane's Addiction y
mentor del festival.
Cerca de las tres de la tarde,
mientras Juana Molina terminaba su show en el Main Stage 2, el
perímentro del Hipódromo de San Isidro ya estaba colmado de gente y la
primera de las dudas comenzaba a disiparse. Después de hacer solamente
media cuadra de cola (contra los agoreros de la mañana que aseguraban
que era imposible el acceso sin antes esperar al menos una hora) la
entrada “principal” al Lollapalooza, sobre Avenida Márquez, fue rápida y
sin problemas. Es verdad que el ingreso por la otra puerta, sobre
Avenida Centenario, fue un poco más complicado ya que el barro,
consecuencia de las intensas lluvias del fin de semana (sumado a que
desde ahí tenías que recorrer casi 8 cuadras por adentro) no ayudó en
nada y aquellos que entraban por ese lado tuvieron más quejas al
respecto.
Era evidente que , una vez adentro y con una
programación tan extensa (50 bandas en dos días, distribuidas en 5
escenarios) iba a ser realmente imposible estar en todos lados. Pero con
un poco de paciencia e ingenio pude escuchar las principales
atracciones sin tener que correr de un lado al otro o ver shows por la
mitad.
De todas las bandas programadas, Capital Cities
fue la primera en ponerse en clima “festivalero”. El dúo que integran
Ryan Merchant y Sebu Simonian, al que se sumaron Nick Merwin en
guitarra y Spencer Ludwing en la trompeta para terminan de dar el clima
necesario, puso a bailar a más de 5 mil personas con canciones pop. Con
sus hits “Center Stage” y “Safe and Sound” como caballito de batalla,
los oriundos de Los Angeles desplegaron su carisma sobre el escenario
con un show hitero que incluyó versiones de Bee Gees, Weezer y Maddona.
Luego de una hora, y mientras Cage the Elephant tocaba
en el Main Stage 2, en el escenario denominado Alternative, Jake Bugg me
confirmó que, a los 19 años, entendió todo. Acompañado apenas por un
bajo y una batería, el británico recoge el guante de los clásicos del
folk como Johnny Cash y Bob Dylan, con un sonido que parece salido del
sur de los Estados Unidos más que de Nottingham.
La precariedad
instrumental de Bugg se ve solventada con el carisma y la técnica. De
hecho, lo único que me recordó la edad del cantautor fueron los gritos
de las adolescentes (casi unas beliebers) abajo del escenario entre tema
y tema. Con un setlist basado en sus dos discos, “Jake Bugg” de 2012 y
“Shangri La” de 2013, sus composiciones solo ganan cuando se calza la
guitarra eléctrica y recuerda vocalmente a Oasis e incluso a Placebo.
A
las 5 de la tarde, cuando empezaba a caer el sol, fui a escuchar al ex
vocalista de The Strokes, Julian Casablancas que sin dudas dio el show
más flojo de la jornada. Con el sonido saturado (recién podía apreciarse
la instrumentación atrás de la segunda columna de redistribución,
dispuesta a unos 50 metros del escenario), y con la banda casi probando
en el primer tema, Casablancas consiguió, a los pocos minutos de
arrancar, que la gente empiece a alejarse y nada hizo por revertir esta
situación. De hecho hubo un momento en el que tuvo que apelar a
regañadientes a “Reptilia”, hit de sus ex compañeros para conseguir un
poco de atención que no fue suficiente para remontar lo que muchos
calificaron como
“bochorno”
Antes del cierre y ya
sin luz de día si se notó más la sobrecarga de bandas y había que
elegir: Lorde o Imagine Dragons por un lado y NIN o New Order por el
otro, ya que todos debían terminar puntuales para darle paso a Arcade
Fire, que cerraba la fecha.
Si bien todas las críticas
hablan maravillas de Lorde, creo que el show de los Imagine Dragons fue
muy superior. Aunque la neozelandesa, una suerte de Björk moderna, con
bases oscuras que mezclan el hip hop y lo industrial, tiene un manejo
escénico impeclable para sus (apenas) 17 años, los Dragons desplegaron
sobre en su totalidad la artillería de su disco debut y completaron con
una puesta en escena que incluyó un final a todo tambor, con la banda
completa tocando repartida en 2 baterías.
En la tercera
visita al país, y con tantos cambios de integrantes encima como años
tiene la banda, queda en claro que Nine inch Nails ES Reznor y que
Reznor siempre va a estar ahí. Con solamente una pared de luces blancas,
el líder de la banda demostró que todavía puede hacer muy bien su
trabajo y el show que brindó oscila entre pasado y presente de manera
armoniosa.
New Order, por su parte, no fue lo que se podía
esperar más allá de los hits como Blue Monday que pusieron a todos a
bailar y los aclimataron para el final, a cargo de Arcade Fire donde
tuvo lugar la única intervención positiva de Julian Casablancas quién,
durante el principio del show de los canadienses y disfrazado con la
careta gigante de Win Butler, sorprendió a los propios músicos que
inmediatamente lo echaron del escenario, entre risas.
Luego
del “Casablancas incident”, Arcade Fire arremetió con un show donde
cada movimiento estaba pensado, como si fuera más una obra de teatro que
un recital de rock done se nota claramente que los de Montreal son una
banda de Estadios. En su debut en Buenos Aires, tocaron temas de su
primer disco, Funeral ("Rebellion (Lies)" y el tema del cierre "Wake
Up"), del segundo, Neon Bible y del tercero The Suburbs, mientras que su
último trabajo, Reflektor, editado el año pasado, fue protagonista con
el tema homónimo y "Flashbulb Eyes", entre otros. El cierre, con show de
fuegos artificiales incluído, llegó apenas pasadas las 23.
En
resumen, la primera jornada de la primera edición del Lollapalooza fue
positiva, con una distribución de sonido y pantallas acorde y armoniosa,
buena señalización y distribución de los espacios y un line-up para
todos los gustos. Las fallas estrucuturales si se hicieron notar cuando
se hizo de nohe y la iluminación no era suficiente para ver que la
salida estaba en la zona más afectada por el agua. Ahora habrá que
esperar para ver si con el correr de los años se mantiene el nivel, se
mejora o, lamentablemente y como estamos acostumbrados, se bajan los
estándares de producción. Mientras tanto, será hasta el 2015.
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