Especial para DISCOS PERFECTOS
Por prudencia o no haber sabido entender de qué se trata el
sitio, quiero corroborar las impresiones que me generó, para saber si coinciden
con las intenciones de creador. Entiendo que se trata de un sitio de música
pero, sobre todo, es un sitio de subjetividad. A ver si me explico un poco
mejor.
La música es subjetividad. De su creador, de su intérprete,
de su oyente, de su consumidor. ¿Este sitio trata de eso? Si es así,
continuemos. Mi colaboración no tendrá relación con una crítica musical de las
que se proponen como objetivas –y mienten, claro- ni tampoco como el de un tipo
que reconoce un La mayor con sólo escucharlo (y me da bronca no poder hacer
eso). Mi colaboración tiene sentido en tanto y en cuanto soy un oyente
ecléctico de música desde hace varios años, gustoso de conocer cosas nuevas
aunque, debo reconocerlo, en los últimos años mi curiosidad fue decayendo y me
fui convirtiendo en un relector –sé que no da esa palabra, pero reescuchador es
horrible- de varios discos. Melómano? Tal vez. Sé que hay mejores y más agudos
oyentes. Pero, créanme, escuche mucho y muchas cosas varias veces. Es por eso,
quizás, que estoy escribiendo esto sin haber vuelto a escuchar mi disco
perfecto en cuestión.
Sin embargo, estamos hablando –siempre y cuando no me
equivoque- de subjetividad. Y en este sentido debo marcar un mínimo error en el
nombre del sitio: debería ser en plural. No existe el disco perfecto. No. Son
muchos los discos perfectos.
Pero aquí estamos y es tiempo de dejar las peroratas de lado
y elegir. Uno. El primero. Mi disco perfecto para mi primera colaboración. Por
su música, por su época pero, en especial, por mi subjetividad, por mi vida.
Señoras y señores: Charly García. Señoras y señores: Piano Bar (1984).
Los primeros cuatro golpes de Willy Iturri a su redoblante
para dar inicio al disco y a Demoliendo Hoteles, su primer tema, me siguen
emocionando. Mucha fuerza, un sonido cuasi metálico, único; un tambor a lo
Charly García. Después, un par de notas del bajo de Alfredo Toth y la banda que
se larga. Entera. Plena. Y empieza a cantar Charly, que aún cantaba,
desgarrándose. “Yo que crecí con Videla” decía. Y mentía, porque él había
crecido antes, bajo el signo de otras botas. Pero lanzaba un puente hacia los
más jóvenes, los que habían crecido con Videla. Yo no crecí con Videla, si
entiendo crecimiento con tomar conciencia de las elecciones que uno va
haciendo, estéticas, de amigos, de adolescente. Charly no cantaba por él, ni me
cantaba a mí. Pero le cantaba a un reverdecer democrático, que algunos llamaron
primavera alfonsinista. Época que tampoco viví a pleno, era chico. Pero Charly
se transformó en una especie de puente y quería airearse. Y los pibes en la
esquina pintando y pegando carteles.
Vuelvo a los cuatro golpes de batería que inauguran el
disco. También inauguraron mi nuevo equipo de música. Digo nuevo, no por
renovación, sino que antes escuchaba algunos discos en el tocadiscos familiar.
Y tenía 15 años. Y le rompía las bolas a mi viejo para comprar un equipo. De
esos modulares: amplificador, cassettera, bandera, sintonizador y, ya era un
lujo, ecualizador. Bueno, el presupuesto no dio para un equipo modular posta,
sino uno que simulaba serlo. Raro. Todo integrado en sus partes, de manera
vertical, pero sin ser un centro musical. Alguien se debe acordar.
Entonces, equipo nuevo requería disco nuevo. Y entonces
Piano Bar. Y entonces los cuatro golpes de Iturri. Y antes mi emoción de apoyar
la púa. Y después y ahora…uno de mis discos perfectos.
Sigue con Promesas sobre el bidet –no abandonen la lectura
ahora, no voy a ir tema por tema- y ritmo sincopado, extraño. Y García
maravilloso, con pocas palabras citadas describiendo un estado único: calambres
en el alma.
Y los nuevos peinados nuevos. Y otro guiño a la nueva época.
Y todo es válido, ir a la derecha, virar hacia la izquierda, ya no querer
criticar posturas. Y gritá, desenchufá el cable del parlante. Viví. Eso es
Piano Bar, ganas de vivir los nuevo tiempos. Aunque su sonido no sea tan
novedoso como lo fue Clics Modernos, el disco predecesor, recuerdo que Piano
bar fue recibido con beneplácito por la crítica especializada. Volvió Charly,
decían.
El disco tiene temas que están en la memoria de todos.
Además de los mencionados, Parte de la revolución, un infaltable en cualquier
playlist de García.
Me gustan todas las canciones, le encuentro detallitos que
me atraen. El disco transmite una atmósfera de frescura, de cierta alegría, de
energía. Y nosotros, muy contentos.
Recuerden que ustedes también pueden participar de esta
sección. Para eso sólo tienen que escribir sobre ese disquito que les vuela la
peluca y enviar un mail a discosperfectos@hotmail.com
Charly Garcia – Piano Bar
Del disco Piano Bar (1984)
Charly Garcia – Raros peinados nuevos
Del disco Piano Bar (1984)
Charly Garcia – Promesas sobre el bidet
Del disco Piano Bar (1984)
Charly Garcia – Demoliendo hoteles
Del disco Piano Bar (1984)
Charly Garcia – Cerca de la revolución
Del disco Piano Bar (1984)
Primero, y lo más importante, voy a agradecer a Juan por su hermosa nota y su participación en Mi Disco Perfecto.
ResponderEliminarEn segundo lugar, veo los videos de las sesiones de Piano Bar y me es inevitable hacer el contraste con la imagen actual de García. Y de eso se desprende la siguiente pregunta: Es la de la trilogía Yendo/Clics/Piano la mejor versión del bicolor? Yo creo que si.
Coincido con la trilogía, pero es muy difícil dejar afuera de ese periodo Parte de la Religión. Creo que esos cuatro discos son la "trilogía"
ResponderEliminarJuan
Totalmente de acuerdo: Parte de la Religión fué la cúspide en la carrera de Charly.
ResponderEliminarA partir de ahí todo fué una suave (y por momentos pronunciada) pendiente descendiente...