
Pongamos que fue en 1987. Tenía tiernos once añitos cuando los vi por primera vez. A partir del momento que los encontré en el aparador donde estaba el televisor de la cocina, fue inevitable pasar tardes enteras revisando una y otra vez cada uno de ellos. Desde el esencial “Dark side of the Moon” (debería ser de escucha obligatoria en las escuelas), hasta “Songs in the key of life” de Stevie Wonder, haciendo escala en “The geese & the gost” de Anthony Phillips, “Tarkus” de Emerson, Lake & Palmer o “Rumours” de Fleetwood Mac.
Lo curioso del caso, es que no escuchaba los discos. Era un ejercicio puramente visual. Buscar cada detalle en las ilustraciones de Roger Dean para Yes. Deslumbrarme con el arte de tapa de “The Wall” y “Sargent Pepper”. O la cara derretida de Peter Gabriel en su tercer trabajo solista. Era espiar un mundo colorido y absolutamente fascinante.
La lista de bandas y artistas que descubrí, aunque sólo sea de nombre, en aquellas tardes de vinilo, cartón y Coca Cola (mi abuela siempre tenía Coca Cola en la heladera) es larga: Blondie, Devo, Serú Girán, James Taylor, Stanley Clark, Dire Straits, Kansas, Chicago, Stix, Jethro tull, etc, etc, etc…
Esa fue la piedra fundacional. Se con científica certeza, y no tengo muchas de ese tipo, que si Pink Floyd y The Police están entre mis grupos predilectos, o si prefiero escuchar “Selling England by the pound” de Genesis antes que, por decir algo, el último de los Jonas Brothers o similar, se lo debo al Gordo. Y eso es algo por lo que voy a estar eternamente agradecido.
Me olvidaba. El círculo se cerró diez años más tarde. El Gordo me llamo un día para decirme que me regalaba su bandeja Pioneer con casetera, amplificador y parlantes Jensen incluidos en el pack. Para hacerla completa, intérprete que con el equipo venía adosada parte de la colección de vinilos que todavía estaba en la casa de mi abuela, por lo que procedí a efectuar el pertinente traslado a mi morada. Pese a las protestas del original propietario, esos discos siguen bajo mi estricta tutela y guarda.
Al DiMeola, John McLaughlin & Paco DeLucia – Mediterranean Sundance
Del disco Friday night in San Francisco
Igual, igual me pasó a mí. Mi tío Adolfo todavía vivía con mi abuela y tenía una colección de discos que para mí era como estar en Disneylandia. Y también me acuerdo de mirar, completamente hechizada, el arte de tapa de The Wall, de abrirlo y no poder sacar la vista de los ladrillitos. Y a veces, cuando él ponía un disco, era simplemente la gloria.
ResponderEliminarTe mando un abrazo
Te tengo que dejar otro comment, no lo puedo evitar, las coincidencias me pueden: mi tío Adolfo también es mi padrino, y cuando le exigí que en carácter de tal me heredara los discos cuando muera me dijo que tarde piaste, ya se los pidió la hija que parece salió melómana como nosotros.
ResponderEliminarQué hermoso post F! Me alegró leerlo :)
ResponderEliminarEn mi caso, mi abuela tenía un combinado hermoso que usaba para escuchar su colección de discos de Gardel. Luego, mi viejo trajo sus discos a casa y están esos 4 de Los Beatles, E,L&P, Frank Zappa y varios otros que también me entraron por los ojos (nunca tuvimos bandeja).
La melomanía es un placentero camino de ida.
Besos!
G
Una de las tapas que siempre, pero siempre me fascino, era la de The Wall.
ResponderEliminarY otra era la del "Anthology II" de Beatles...dios, que buenas tapas.
No se porque nunca leí este post...esta buenísimo loco.
Así que le afanaste todos los discos jaja.
Un abrazo che! y buen año!